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Carta 123 - Y se fueron ....

Va a ser un año…



Abril, mayo y agosto del 2023, los meses que en mí han generaron una sacudida, un remezón, un dolor. Se habla a diario de la muerte, parece que convivimos con ella y sin embargo cuando llega y nos roza, nos golpea de una manera en que es difícil levantarse. Primero fue Blanca. Blanca luz, Blanca alegría, Blanca perfección, Blanca Lisboa. Segundo, mi tío Gro. Gro recuerdos, Gro vida, Gro solidaridad, Gro sonrisa, Gro memoria. Era quien estaba tan cerca a todo lo que yo era que no concibo aún el que no esté más. Y luego Yan, mi profesor de yoga. Yan valiente, Yan amigo, Yan paciencia, Yan audacia, Yan aventura, Yan espíritualidad, pero sobre todo, una persona que estuvo muy cerca aunque parecía que nuestros encuentros eran solo mediante las clases por zoom.


Comprendí la muerte a los cuatro años cuando se llevaron a mi abuela. Me dijeron que la Virgen María la quiso tanto que la vino a buscar y yo tuve mucha rabia con la tal Virgen. Luego se fueron muchos, muchos; algunos más cercanos y desgarradores como mi hermano Juan Esteban, mi padre y mi madre, otros un poco menos, pero impactante y doloroso.


En abril de 2023 fue Blanca. En junio, mi tío Gro y en septiembre se llevaron a Yan. Estos tres personajes entraron a formar parte de mi vida en diferentes momentos y situaciones, pero a su manera y por más o menos un cierto tiempo impactaron mi vida.


Y ahora ya no están más, pero el vacío sí. ¿Una persona a la que no vemos todos los días nos puede hacer tanta falta? La respuesta es sí, pero no lo imaginé. No lo hubiera pensado, pero la respuesta es sí, mil veces sí.


Me cuesta que no estén más para responderme, para saber de ellos, para seguirlos, en el caso de dos de ellos, por sus redes sociales.


No quiero que estén muertos y me reservo y reclamo mi derecho de decirlo. Hay algo que me fastidia y es este cuento de que toda alma o espíritu eligió su camino, compró su billete de regreso, no puede ser cambiado y debemos respetar su proceso. No hay nada que me irrite más que escuchar esa frase, o, la de que ahora ya es un ángel que vuela alto. Ahora es un ángel que te cuida, suelen decir. O, es su pacto, es lo que su alma eligió, se escucha también en el medio de la mística. No puedo explicar, pero eso genera que mis vísceras se contraigan y se tensen como cuerdas de guitarra recién colocadas que se aprietan. No sé si esto es o no verdad, y lo cierto es que no me importa, porque mismo si esto fuese una decisión del espíritu, el punto es que duele. Duele que tomen el avión de regreso a un lugar desde donde ya no pueden mandar señales ni mensajes de whatsapp y si me dicen que me puedo conectar con ellos, también quiero estrangular a esas personas, porque es que no sienten el dolor de los que nos quedamos.



Blanca, la primera, quien me trajo a Lisboa. Hace cuatro años, cuando comenzaba a vislumbrar el mudarme, el dejar mi tierra, para explorar otros horizontes, y Lisboa comenzaba a entrar en mi mente, mi hija me envió un link que rezaba: Travels with Blanca. Era un blog de una chica que se llamaba Blanca Valbuena, originalmente colombiana, pero que había vivido en Estados Unidos durante muchos años. Concretamente en New Jersey. En su página web manifestaba que hacía siete años ella y su pareja habían tomado la decisión de mudarse a Lisboa y que no lo lamentaba. Viniendo de New York, vaya cambio. Comencé a leer todo lo que ella escribía y sentí que resonaba con sus sueños y aventuras. A través de ella comencé a enamorarme de la ciudad, y, desde Quito, empecé a fantasear con todo lo que ella vivía. Todas las mañanas me llegaban sus historias en Instagram. Podían ser simples paseos matinales con su perro Santino o fotografías de platos que preparaba cuando iba a visitar a su madre para desayunar el fin de semana. Durante los años que pasé en Lisboa la vi algunas veces, nos encontramos para almorzar con su madre. En algún momento, cuando me rompí mi rodilla, me visitó. Hace dos años tuvo un diagnóstico de cáncer que lo superó y me impactó la fuerza para enfrentar su enfermedad. Ella era una mujer cien por ciento positiva que a todo le encontraba solución. Era una guerrera. Estábamos planificando un nuevo encuentro cuando una mañana recibí un mensaje desgarrador de su madre. Estaba por abordar un avión rumbo a Nueva York, pues en un viaje de visita a esa ciudad, hacía pocos días, Blanca había sufrido un accidente cerebro vascular. Ya no volvió en sí. A las pocas semanas la desconectaron. Y ahora, a lo largo de todo este año, me he encontrado deambulando por las calles de Lisboa, recordando cómo en cada sitio hallaba belleza, cómo conocía todos los restaurantes, cómo imaginaba que una casa hermosa que un día me la mostró de lejos, iba a ser la suya, cómo salía a caminar en Monsanto con su perro Santino, cómo iba con su madre a clases de tango y soñaba que viajábamos a París. Blanca, la persona que me guiaba en todos los trámites, la que siempre encontraba soluciones ya no está más y yo la extraño.



Luego mi tío Gro, hermano de mi madre. La persona que me acompañó desde mi nacimiento, festejando todas mis aventuras. El abuelito de mis hijas, pues ella así lo quisieron y lo adoptaron. Con él se fue la magia , mucho de la familia, con él se fue tanto. Tal vez lo sepamos muy pocos, pero mi tío Gro era un gran escritor, de hecho escritos pequeños que me llegaron en diversos momentos de mi vida, me han sacudido. Mi madre, mi tío, cuántos narradores más hay en mi familia. Les honro y les agradezco porque gracias a ustedes he escrito, así como gracias a mi padre y su linaje. Mi tío Gro, el escritor, que una vez ganó un concurso literario con el seudónimo de Miguel Strogoff era matemático y tenía la sonrisa más hermosa del mundo. Me fascinaba escucharlo porque su memoria era perfecta y recordaba datos e historias de la familia que a mí siempre me cautivaron. Hace pocos años le dignosticaron la enfermedad de Robin Williams, Demencia Lewbody. Hace pocos meses mi hija alcanzó a llegar y lo ayudó a morir. Gro, eras mi primer lector, aquel que no se perdía ni uno solo de mis blogs, este va para ti. Te extraño, Gro.



Y por último Yan, mi profesor de yoga y mi amigo. Yan, el chico guapo que ocasionalmente daba clases en la GFU (Gran fraternidad universal) cuando años atrás comenzaba yo a iniciarme en el yoga. Yan, el niño yoggi, el que heredaría lo mejor de sus padres, Germania y Nelson, grandes maestros, grandes conocedores del yoga. Yo comencé a practicar esta disciplina a mis treinta y ocho años y con Yan continuaba on line porque al yo mudarme y pensar que ya no podía tenerlo como profesor, él me ofreció levantarse a las cuatro de la mañana o esperarme hasta pasadas la media noche para que yo no parara. Paciente cuando me quedaba dormida y no llegaba, siempre con una sonrisa, siempre con una palabra de ánimo. Yan, cinco días antes de tu accidente me encontré pensando en ti. Me habías ofrecido llegar a Portugal y aunque esos días se perfilaban complicados, quería organizarlo todo para recibirte, para mostrarte lo mejor de esta, mi nueva patria. Cinco días antes, me prometía escribirle un mensaje, y no lo hice, porque uno nunca imagina que el tiempo a veces puede acabarse, porque la muerte sí llega cuando uno menos se lo espera. Yan se fue en el río como hace treinta años se fue mi hermano Juan Esteban, él en la cascada del río Pita, Yan arrastrado en el río Jatunyaku cerca de la Laguna Azul, en la provinvia del Napo. Yan, a veces me levanto e inconscientemente pienso que tengo mi clase de yoga. Ya eso no pude ser. Te extraño.


Ver irse a unas personas, ver llegar a otras. Ahora, con mis cincuenta y nueve años, no sé como logré vivir sin mis hijos antes de que nacieran, y lo hice y muy bien. De hecho ni sabía que iban a ser parte de mi. Tiag llegó a mi vida cuando yo tenía cuarenta. Cuarenta años sin Tiag y treinta sin Nadia y Morgana. Veinticinco años con mi hermano Juan Esteban y ahora él ya es parte de un recuerdo. Doce años sin mi madre que en una época era mi mejor amiga. No lo entiendo; son sentimientos extraños que los trato de analizar.


Cuántas veces no pensé que volverían. Que era imposible tanto silencio. No aceptamos que se van para siempre hasta que nos acostumbramos y si volvieran creo que ya no sabríamos como conversar con ellos. Pero todavía no me resigno a que Blanca ya no esté. Ella nunca supo cuánto me alegraba abrir mi Instagram y encontrarme con todos sus consejos sobre Lisboa, con todas las fotografías, con los ánimos que ella me daba a mi, quince años mayor a ella, para adaptarme a la nueva ciudad. Cuando llegó el corona virus posteó que mismo con todo lo que estaba sucediendo se sentía dichosa de estar en Lisboa y no en otra parte del mundo. Ella era el postivismo en todos sus estados.


He hablado con una amiga cercana. Todos en la familia de Yan parecen estar bien porque son mucho más espirituales y evolucionados. Qué bueno, yo más terrenal sigo pensando que sí hay separación. Por eso los extraño como extraño a mi hijo que se fue a estudiar en Dublín y aunque está vivo me hace falta en casa. Será en otra vida que aprenda a ser más espiritual. Mientras tanto abrazo el dolor y les recuerdo. Escribo sobre ellos porque si no escribo me pican las manos y porque es la única manera que tengo para comunicarlo y para narrar sobre los momentos compartidos. Solo que me demoré en hacerlo porque no quería aceptarlo.


Hasta siempre Blanca.


Hasta siempre querido tío Rubén (Gro)


Hasta siempre amigo y maestro Yan.


Postdata: Hace pocos días, hace casi nada, recibí la noticia de la partida de Diane. Diane elegancia, Diane sabiduría, Diane elevación, Diane sofisticación, Diane muchas cosas. Conversábamos a veces. Me apoyó en mi decisión de venir a Portugal. No muchos años más que yo, fue la esposa de mi tío Manuel y la madre de mi prima menor. Tenía una enfermedad muy extraña que la llevó a tomar la decisión de vivir hasta que ya la vida no quiera residir más en ella. Valiente y serena, sabía que se iría pronto. Mujer maravillosa, me deja un gran legado, me deja el intentar ver todo, inclusive la muerte, con ojos positivos. Te extraño ya, Diane. Pensaba visitarte pronto, pero la vida que está que corre y va de prisa de prisa, no me lo permitió.


Hasta siempre amiga, tía y querida Diane.


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