Cuando niña, soñaba con quedarme encerrada en una biblioteca. De hecho, no había lugar que me brindara paz mayor que la biblioteca del colegio. Allá corría a encerrarme en ciertos momentos de angustia. Mi hora preferida en el día era cuando nos tocaba ir a ese mágico lugar. Estos recuerdos surgen porque esta semana tenemos la Feria Internacional de Libros de Quito (FIL). Cada vez que ha llegado este evento, me he llenado de novelería e ilusión, casi como si se tratara de un concierto de una de mis bandas favoritas de rock. Pasear por los corredores de la FIL hurgando en los múltiples stands y quedarme horas ojeando sus libros, es una experiencia que no tiene precio.
Me recuerdo, años atrás, caminando por la FIL con una barriga tan grande que peligraba mi equilibrio -estaba a pocos días del nacimiento de Tiag- y con un dolor atroz de las piernas, pero cargada hasta los dientes con los libros que había comprado. Habría preferido dar a luz ahí mismo antes que perderme el evento. Al año siguiente, volví allí para presentar mi novela Voces. Este año comparto un stand con una de mis editoriales, Él Angel. Xavier Oquendo, una de las personas que más me ha apoyado en este largo caminar de la escritura, me sugirió que exhibiéramos allí todas mis novelas, películas y obras de teatro. Por primera vez tengo todas mis creaciones expuestas al público en un solo sitio.
Si bien disfruto de la funcionalidad y rapidez que hoy nos brinda la tecnología, especialmente para que una pueda comunicarse con los hijos, las amigas y la parentela, yo decididamente no soy tecnológica. Pertenezco a una generación de transición, que comenzamos escribiendo a mano, luego a máquina y, finalmente, en una laptop. Me pregunto, ¿cómo habrán hecho correcciones los escritores antes que Word nos haga tan fácil hacer cambios y guardarlos? Ya son algunos años que distintas personas me han recomendado crear un sitio web y siempre he respondido que, naturalmente, sí. Comprendo la lógica de tener una página con todo tipo de información mía, pero, a la vez, tengo que luchar contra una vergüenza que surge cuando me dicen que debo vender mi imagen y promocionar mis obras. Curioso, no tengo miedo de hacerlo, pero luego lo escondo. Vaya contradicción.
Sea como fuere, eso de las contradicciones, aunque sea arrastrada, me toca a mí también ingresar a la segunda década del siglo XXI. Así que hoy anuncio con mucho entusiasmo mi flamante sitio web (vivianacordero.com) y les invito a conocerlo. Me ha costado digitalizar el material antiguo, encontrar viejos archivos, recuperar files dañados, pero ya se puede ver una porción de las novelas, películas y piezas teatrales que son fruto de casi treinta años de dedicación creativa. El sitio todavía es una obra en curso, algunas cosas están listas, otras en construcción. Se puede ver, por ejemplo, la película Sensaciones o unos capítulos de la telenovela El Gran Retorno. Se pueden bajar los textos de las piezas teatrales Mano a Mano, La Torera, María Magdalena y Tres. Eventualmente, podrán acceder a todas las películas, piezas teatrales y guiones de mis películas. Tomará más tiempo brindar todas mis novelas porque, aunque estoy trabajando muy duro para revisar y pulir nuevas ediciones, esta es una tarea de largo aliento. Los interesados, escríbanme para enterarse de todos los proyectos en curso.
El otro frente tecnológico actual es publicar novelas en formato digital. Hace unos ocho años descubrí los libros digitales y, desde entonces, me he dedicado a navegar por una librería virtual que es prácticamente infinita. En Amazon hay millones, literalmente millones, de libros digitales acerca de todos los temas imaginables, de todos los autores conocidos y multitudes de desconocidos, en una variedad de idiomas, incluyendo cientos de miles de obras en castellano. Y, lo más fantástico de todo, es que cualquiera de estos libros está a mi alcance con tan solo un click en mi computadora. Voilá, ese libro aterriza en mi pantalla en cuestión de segundos. Para mí, es el colmo de la dicha encontrar un nuevo autor que me agrada y, acto seguido, descubrir qué no más ha publicado, sin perder el tiempo de ir a una librería y, peor aún, quedarme circunscrita a su limitada oferta. No se diga que, para una lectora asidua como yo, el ahorro en la compra digital es simplemente fantástico, porque estos cuestan la mitad o menos que los impresos. Dicho esto, no crean que me he divorciado de los libros de papel. Las paredes de mi apartamento están cubiertas por estanterías repletas de libros y, al pie de mi cama, yacen varias pilas de libros, esperando pacientemente su turno para ser leídos. ¡Soy una mujer afortunada que goza con dos amantes a la vez, uno virtual y otro presencial!
Acabado este preámbulo, ahora, al grano. Decidí zambullirme en el mundo de libros digitales. Dieciocho años después de la primera edición de El Teatro de los Monstruos, y luego de tres ediciones impresas posteriores, lanzamos ayer la primera edición digital. ¡Estoy tan emocionada como una quinceañera camino a su primera fiesta de vestido largo!
¿Y por qué este nuevo peregrinaje? La respuesta es sencilla: quiero que todos mis libros, tanto los viejos como los que están por venir, se encuentren al alcance de cualquier persona en cualquier parte del mundo. Además, deseo que sus precios sean asequibles a cualquier bolsillo. Y, finalmente, no quiero depender más del capricho de una editorial que decida poner a la venta una obra, pero no otra; en esta ciudad, pero no en aquella.
El Teatro de los Monstruos está ya disponible en la tienda de Amazon. Para quien tenga cuenta en Amazon, basta bajarse una aplicación gratuita (Apple, Android) y luego leer en su compu, su laptop, su iPad o su cel. Recomiendo invertir unos $100 más o menos en la compra de un lector digital, tal como el Kindle de Amazon, para poder leer hora tras hora en una pantalla que no hiera la vista. Otro beneficio del lector es que, en un objeto tamaño de un cuaderno pequeño, viaja una gran parte de mi biblioteca. Adonde vaya, tengo miles de libros a la mano, para leer conforme mi ánimo, sea para concluir uno ya avanzado o iniciar uno nuevo. Hoy por hoy, ¡nada ni nadie puede separarme de mi Kindle!
Escogí debutar con El Teatro de los Monstruos porque, al releerla muchos años más tarde, me impacta ver que, si bien muchas cosas han cambiado -la tecnología, la globalización, las redes sociales-, hay algo que se ha mantenido tal cual, y es que la transición de joven a adulto es igual de difícil, desafiante y angustiante el día de hoy como fueron las de mis cuatro personajes. Los jóvenes actuales viven sumergidos en sus Facebook e Instagram, conectados 24/7, digitalizados por completo. Y, sin embargo, sus rebeldías y sus sueños siguen siendo los mismos de hace treinta años cuando comencé a escribir esta novela. Me impacta cada vez que me entero de que un chico de 20 o una muchacha de 25 ha leído El Teatro de los Monstruos y se identifica con los personajes y puede compartir sus mismos miedos, dolores, angustias, alegrías y travesuras. Esto me llega sobremanera. Hoy, observo con ternura a Electra, Raúl, Milena y Sinatra. Ya dejaron de ser mis compañeros imaginarios de sueños, locuras, travesuras y dolores. Yo he madurado y ellos continúan en su misma edad, ya rondando convertirse en hijos míos, pero que todavía me recuerdan lo que en algún momento fui y en lo que soñé.
Me pregunto que me impulsó a escribir esta historia que comencé en 1995. Supongo se debe a que terminaba mi transición y me encaminaba a otra etapa de mi vida: la de la maternidad. Yo tenía treinta años y esperaba mellizas. Fui presa de una enorme nostalgia por una juventud que terminaba irremediablemente. Pensé que, si yo escribía acerca de estos personajes, ellos no envejecerían jamás; que si yo mantenía viva una época a través de una historia, mis hijas, y las generaciones posteriores, entenderían los sentimientos que nos guiaron y nos gobernaron en ciertos momentos. A la época, ya habían caído los muros y se habían evanescido los idealismos de las revoluciones socialistas. Predominaba el triunfalismo de la era Reagan y se aplaudía el cultivar un individualismo egoísta. Por otro lado, el famoso No Future de los punks estaba en su apogeo en Europa. Esto dio lugar a muchas de las desilusiones que sufren los cuatro personajes y fue la razón de la imagen de una estación ferroviaria por la cual ya no circulaba tren alguno. Inclusive, consideré en algún momento titular la obra Cul de Sac o Callejón sin Salida.
Si bien las drogas, los romances, los viajes y ciertos modismos muy ecuatorianos son parte importante del entramado, de ninguna manera representan lo esencial de la novela: el pasar de la adolescencia protegida a la vorágine del mundo adulto: ¿Cómo ganarse la vida? ¿Cómo escoger pareja? ¿Cómo enfrentar las expectativas familiares y sociales de alcanzar el “éxito”? La transición es abrupta, tal como si se abriera una compuerta y el ambiente tibio de la juventud se transformara en el frío de un invierno tormentoso.
Esta novela está entrelazada con mi propia juventud. Lo escrito tiene mucho que ver con lo vivido y, al mismo tiempo, no. Soy escritora de ficción, de manera que cuando me siento a escribir, me dejo llevar por lo que demandan mis personajes. A la vez, no incursiono en ciencia ficción, así que me atengo muy de cerca a la realidad histórica que subyace la creación de esta novela. Algunos de quienes fueron mis grandes amigos son los arquetipos de mis cuatro personajes, pero ninguno es fiel copia del original. Lo curioso es que, con el pasar de los cuatro años que me tomó acabar esta obra, los personajes se convirtieron en primos de las personas de carne y hueso que los inspiraron, seres imaginarios, sí, pero completos y redondos, parecidos a mis amigos, pero con sus propias personalidades, expectativas y experiencias.
Volviendo al plano práctico, les invito a comprar este libro digital en Amazon (cuesta apenas $2,99 y no tiene costo de envío) y, si les gusta, escribir un comentario y subirlo a Amazon. ¡Doy brincos de alegría cada vez que veo un nuevo comentario acompañado de una calificación de 4 o 5 estrellas! Para quienes prefieren la sensación táctil del papel y la solidez física del texto, todavía dispongo de algunos ejemplares de la última edición impresa en el Ecuador y, con mucho gusto, se las despacho. Otra opción es que, en cuestión de días, Amazon ofrecerá la nueva edición impresa, un poco más cara (recuerden que hay que talar árboles para fabricar papel, imprimir en unas máquinas industriales, cargar los libros en camiones de reparto, etc.). Naturalmente, estaré encantada de oír sus comentarios y críticas a la novela, sea en Facebook, en email o en WhatsApp. Prometo responder rápidamente (sin ofenderme ante criterios negativos…) a todos quienes me escriban.
Finalmente, una cordial invitación a cada uno de Ustedes al lanzamiento de la edición digital de El Teatro de los Monstruos mañana miércoles 14 de noviembre a las 17:00 en la sala Ileana Espinel en la feria FIL, en el nuevo Centro de Convenciones de Quito ubicado en el antiguo aeropuerto. Hay amplio estacionamiento y el local es cómodo.
Les espero.