Pensando en el blog de esta semana, no puedo dejar de referirme a la FIL (Feria Internacional del Libro), maravilloso evento literario al que fui invitada para departir con otros escritores en dos mesas redondas. Estos temas han estado en mi mente con cierta intensidad en los dos últimos meses y por eso los saco a colación. El primero versaba sobre lo siguiente:
“¿Cómo escribir sin ser machista? Imágenes de la mujer como personaje literario y cómo la visión misógina o sexista aflora en las ficciones, a veces, por encima del control de los autores. ¿Una escritora tiene mejor conciencia de ello?”
Escribir sin machismo, tal vez es algo que ni siquiera nos lo hubiéramos preguntado hace no tantos años. Comienza a surgir a raíz de todos los movimientos de mujeres, Gloria Steinem, la liberación femenina, Simone de Beauvoir y en especial el de Mee too ahora. Vargas Llosa se ha peleado con Laura Freixas por eso y el tema es cada vez más actual.
A qué me lleva esto, a reflexionar que dos de las grandes novelas del siglo XIX fueron escritas por hombres que más allá de cómo hayan sido en su vida privada captaron el alma femenina con una capacidad que sorprende, me refiero por ejemplo a los personajes de Madame Bovary escrito por Gustave Flaubert y a Anna Karenina escrito por León Tolstoi.
Pienso en Coetzee, (premio Nobel) y en mi personaje preferido de todos los tiempos Elizabeth Costello. Y voy en búsqueda de escritores hombres porque justamente al no conocer la esencia femenina es muy fácil caer en el estereotipo. Pero tanto en el caso de los tres hay una indagación muy profunda sobre el alma y el espíritu femenino. Decía Ángeles Mastreta: Escribo personajes femeninos, porque soy mujer, pero eso no impide que escriba personajes masculinos.
Sin embargo, creo que el escritor escribe lo que necesita escribir, que lo peor que podemos hacer es poner etiquetas. No conduce a nada, porque la obra literaria tiene que surgir por lo que es y si resulta que es machista, pues en mala hora, trasciende la obra de arte. Porque hoy por hoy muchas cosas están prohibidas. Para bien o para mal, el ser humano vive en este presente lleno de reglas.
Ahora bien, un personaje mío llamado La Bestia Loca, tiene una frase que a mí me encanta: “Putas reglas, detesto las reglas.” De alguna manera me define y me lleva a pensar que para escribir sin machismo hay que romper reglas.
Venimos de mitos, Eva sale de la costilla de Adán, solamente para calmar su soledad., pero, ojo hay una historia escondida, que existe y es la de Lillith, mujer igual que Adán, ¿qué hicieron los textos oficiales? la mandaron al infierno, la destronaron, la desterraron por independenista. La mujer es entonces, virgen, prostituta, bruja, más pocas veces ser humano con luz y sombra.
Ahora bien, si la Biblia considerada una de las grandes obras de la literatura nos muestra tan pocas mujeres no es fácil romper tabúes.
Y tabúes los rompe una maravillosa escritora de Teherán llamada Azar Nafisi. Es la historia de esta profesora que ya no puede seguir enseñando en la universidad de Teherán porque rehúsa usar el velo y comienza a dar clases clandestinas de literatura en su casa. Escoge, entre otras, leer una novela sujeta a varias polémicas: Lolita y es interesante porque ella y sus alumnas llegan en cambio a esta conclusión y es que la verdad desesperada de Lolita no es la violación de una niña por un hombre viejo y depravado sino la confiscación de un individuo sobre el otro y la novela para ellas es esperanzadora, hermosa inclusive, no una defensa de la belleza pero de la vida diaria, ordinaria, con todos los placeres que Lolita como ellas, chicas un poquito mayores no pueden tenerlos porque están atrapadas. Y por eso nos centramos en el verdadero significado del nombre Lolita que nos dicen en un momento es Dolores, es decir dolor. Es una sobreviviente que logra rehacer su vida, es una persona que tiene que adaptarse a las circunstancias porque no tiene opción. Y con esto quiero leer una cita de Vera Nabokov, la esposa, traductora y editora de Nabokov: “Si entré en el mundo de los libros es porque eran el único santuario que conocía, el único que me permitía sobrevivir para protegerme de algún aspecto de mí misma que estaba en retirada.” Es decir escribir entonces trasciende y la obra trasciende, etiquetas, creencias, ideologías, ya no importa si es machista o pesimista o feminista, trasciende la obra de arte, trasciende la literatura.
Tenía yo 18 años, cursaba mi segundo año de Letras en la Sorbona, carrera que no terminé aclaro, siempre es bueno contar toda la historia, pero tenía a la época una clase en Inglés llamada Medieval Literature y una mañana la profesora, muy seria ella nos habló de The Mists of Avalon, de Marion Baldder Zimmer. Esta novela cambió mi vida. No la he vuelto a leer, no sabría qué pensaría en este momento, pero fue tomada en serio y en mi casa la causa del nombre de mi hija: Morgana. Nos recuestionaba toda la historia del rey Arturo y la mesa redonda, pero contada del punto de vista femenino. De pronto surgieron personajes femeninos importantes que hacían cosas, que sufrían, que pensaban, que se enamoraban, que cambiaban el rumbo de la historia, que decidían.
Yo pienso que es muy complicado generalizar y ser categórico. ¿Puede o entiende mejor la mujer a la mujer? No lo sé, quiero tomar la palabra a favor de los autores hombres que nos han comprendido más que nadie. Y por eso quiero agradecer a Tolstoi por Anna Karenina, a Coetzee por Elizabeth Costello. A Racine por su Fedra, A Amos Oz por Jana, A Sandor Marai por Esther y me quedan muchos más. Ellos entendieron lo que somos con una fuerza que trasciende y sobrepasa los siglos. Y también agradezco a las mujeres que nos han dado la vuelta. Creo que lo que prima entonces es la sensibilidad.