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Carta 8 - Las líneas de la vida


Viviana Cordero. Escritora, directora teatral y de cine ecuatoriano.

En todo lugar donde se ha tocado la Marcha Fúnebre algo a ocurrido. Es una pieza maldita. Dicen que Chopin vio salir monstruos del piano cuando la compuso. Yo la voy a interpretar ahora. Veamos que ocurre. Y sonríe.


Todos sonreímos. Juan Ricardo y Ariana son jóvenes brillantes. Son felices. Son diferentes, estrafalarios, exuberantes.


Juan Ricardo está dictando una conferencia sobre algunas piezas de Chopin, la marcha fúnebre en particular y comenta esta anécdota. Al terminar la conferencia van a comer y uno de los amigos se manifiesta asustado. Tiene miedo de lo que puede ocurrir. ¿Quién de nosotros va a morir?, pregunta. Todos sonreímos despreocupados. Nada va a ocurrir. De eso estamos seguros. Mentira, claro que va a ocurrir. A la semana Juan Ricardo estará muerto. ¿Fue culpa de la maldición?


Él siempre me decía que su vida iba a ser corta, que la línea de su mano no era larga. Pero pensaba que su muerte iba a ocurrir a los 40 años. Nunca tan pronto. Sin embargo hay cosas que me sacuden, como por ejemplo el último cumpleaños que pasaste con Mamá. Una amiga de ella solía leer las líneas de la mano y tú extendiste la tuya novelero. Ella dijo: Qué extraño, no hay nada, no se ve matrimonio, no se ve hijos, no se ve éxito profesional, no hay nada. Pero ni ella pensó que estabas a tres meses de emprender tu partida definitiva. Nos reímos, eso fue todo. Y de pequeño, luego de uno de tus legendarios conciertos en el Sucre, llamó una bruja, al menos así se lo dijo a Mamá: Soy bruja y quisiera ir a leer la mano de su hijo, el pianista genio.


Mi mamá la recibió y tú, pequeño, de diez años extendiste contento tu palma y ella dijo lo mismo que la amiga de Mamá: Qué extraño, no hay nada. Bajo el piano, en ese momento se encontraba Jerónimo, como siempre cerca tuyo, acurrucado junto a la pata en silencio total. La señora lo vio y le preguntó: ¿Qué haces abajo tan calladito? ¿Quieres que mire tu mano? El se incorporó y mostró su mano. Ella se quedó pasmada. Tienes la línea del triunfo, le dijo. Vas a ser grande. Por la noche Juan Ricardo me contó divertido lo que le había dicho la bruja y todos comentamos que a quién se le ocurría creer en eso, que por supuesto que iba a triunfar. Me contó lo que le había vaticinado a Jerónimo; él estaba junto a ti y bajó la cabeza con timidez. La vida nos mostraría que a Jerónimo le sonreirían las estrellas.


Él siempre me decía que su vida iba a ser corta, que la línea de su mano no era larga


 

Junio 1993. Juan Ricardo vive en Quito desde hace tres años. Atrás quedó el París de sus sueños. Ahora son sus Andes los que le llaman. Siente que le energía está en Sudamérica, que Europa está obsoleta y por eso regresó. Volvió para irse a Los Ángeles a estudiar cine, pero no se fue. Decidió mejor saltarse los estudios y entrar de lleno en hacer una película. ¿Fue lo correcto? Juan Ricardo era un autodidacta. Conocía mucho, pero gran parte de lo que se hizo le tocó sufriendo. Yo sólo recuerdo su pasión y su sueño. Para él no habían imposibles y una tarde me dijo: Hagamos una película. Jamás se me hubiera ocurrido a mí lanzarme sola. Era demasiado cobarde, pero él no. Creía en un más allá profundo que lo guiaba. Nunca lo vi temblar ante nada, pero luego comprendí que era yo quien le daba la fuerza. Solo no lo lograba y en cambio a mí me tocó seguir viviendo sola, Juan Ricardo, con mil problemas y sin tu magia. En todo caso en esa época, el de la brújula era él. Si anunciabas que para el Norte, pues para el Norte y lo que dijo fue: Hagamos una película y eso fue lo que hicimos. Juan Ricardo convenció a mucha gente para que participara. Mi madre se metió de lleno y la película se hizo.

 


De ese sueño ha pasado demasiado tiempo y ya no puedo explicar el por qué de muchas cosas. Total Juan Ricardo está muerto. En esa época los cines eran técnicamente obsoletos, la gente tremendamente conservadora, los del medio envidiosos. La película no pegó. Decían que era demasiado irreverente. La imagen que era hermosa se veía desenfocada debido a los viejos proyectores y el audio que ganó un premio en el Festival de Bogotá, no se escuchaba debido a la capa de suciedad en los lectores y el desastre de parlantes. La frustración nuestra: total. Además se convirtió en una de las películas más polémicas del país. ¿Para eso volviste, Juan Ricardo? Digamos que ya no soy la persona idónea para contar esta historia. Trato de meterme en tu cabeza, en tu sueño de hacer la gran película latinoamericana. ¿Por qué hace uno cine? Supongo que porque si no uno se muere.


Si no hacías la película no hubieras podido contigo mismo. Porque eras una persona que amaba la vida, que no podías quedarte sin soñar en grande, porque jamás hubieras aceptado quedarte encerrado en una oficina, porque ya no te bastaba la música, porque querías ponerle imágenes a tu música, porque tenías demasiada ambición. Y porque esa película con el pasar de los años no ha envejecido. Se ha convertido en la película que muchísimos jóvenes quieren ver y que aman. Cada vez que sacamos un tiraje de dvds, se agota, es impresionante; lo que no pegó en ese momento, ahora encanta, apasiona. Pero eso tú ya no lo puedes ver, ni sentir.


Trato de meterme en tu cabeza, en tu sueño de hacer la gran película latinoamericana. ¿Por qué hace uno cine? Supongo que porque si no uno se muere.


Yo me recuerdo corriendo desesperada tras tus sueños. Olvidando los míos y dejándome impregnar por tu optimismo. Contra viento y marea hicimos la película. Y de esto hay muchas anécdotas que seguirán aflorando a lo largo de estas cartas, muchísimas, tengo cerca de 200 páginas a mano escritas sobre el Making de Sensaciones, pero una anécdota se me presenta ahora: Una noche en la oficina del edificio Girón; el director de fotografía al que habíamos contratado nos mira; es un señor de pelos largos que parecen sucios, digamos que el precursor de los emos; pequeño con plataformas y pantalones campana negros, camisa negra nada a la moda, sesentero a morir, cero química y no encuentra mejor cosa que pelear contigo. Todos decían que era el mejor fotógrafo que tenía el país y que quería hacer nuestra película.


A mí no me dio esa impresión. Al contrario me parecía que lo que menos quería era hacerla. Me parecía el típico comunistoide, amargado. Después cambié de opinión, no es mal tipo, pero creo que no nos quería. Nos llamaba niños ricos. Yo lo que recuerdo de ti es que trabajabas las 24 horas del día en todos tus sueños, que eras infatigable y eso desde niño, creando, peleando por hacer algo. Ahora veo a algunos jóvenes en las mismas y lo que reciben es apoyo. Eran otras épocas. En fin, volviendo al momento nos encontrábamos en la reunión de desglose. Juan Ricardo propuso un plano. Juan Ricardo decía: El cielo, la ciudad, la ventana, el piano. El director de fotografía dijo que eso no se podía hacer. ¿Por qué? preguntó Juan Ricardo. Porque, porque. Se lo sentía cada vez más molesto. Finalmente dijo que porque se necesitaba una grúa que todavía no se había acabado de inventar. Juan Ricardo le dijo que no. El director de fotografía dijo que no se sometería a las exigencias de Juan Ricardo, que él no era el director. En esa época trabajábamos con un español que iba a codirigir con Juan Ricardo, pero él no estaba presente esa noche.


Nosotros los miramos sorprendidos, ya nos habíamos reunido varias veces y ahora olvidaba que éramos los directores. Dijo que eso no lo aceptaba, que sólo podía haber un director. Juan Ricardo no perdió la calma. Sólo lo miró mientras el otro saltaba y saltaba y gritaba que zapatero a tus zapatos. Juan Ricardo lo miró fijamente y le contestó: Prefiero ser un músico que incursiona en el cine a un amargado como tú. Entonces el señor de negro trató de pegarle a Juan Ricardo. Hasta ahora me parece inverosímil el momento. Saltaba y saltaba. Juan Ricardo sólo lo miraba. La impresión que yo tenía era que no te llegaba al pecho. Esto desató más locura. Las chicas de producción corrían alrededor del director de fotografía pidiéndole que se calmara. Él salía de la oficina. Creíamos que se había ido, luego regresaba y volvía a saltar. Finalmente salieron todos, a carrera, gritando que renunciaban. Faltaban dos semanas para comenzar la película.


La verdad creo que nadie imaginó que íbamos a tener una película de verdad y la película recorrió muchos festivales aunque todo el medio cinematográfico ecuatoriano trató de destrozarnos. Se escribió una crítica ni bien terminado el rodaje. No habían visto la película y el crítico la destrozaba. Todavía no entiendo esta técnica periodística de criticar sin ver. Mi madre que creía que había salido un artículo halagador, apasionada y creyente en sus hijos fue a comprar como 20 ejemplares para obsequiar a toda la familia. Por ahí tengo guardado un ejemplar de recuerdo. El artículo se llama "Oh, escalofriantes sensaciones”.


No habían visto la película y el crítico la destrozaba. Todavía no entiendo esta técnica periodística de criticar sin ver.


Nos cerraron las puertas de todas las productoras ecuatorianas y tuvimos que ir a buscar gente que quisiera trabajar con nosotros en Colombia, gente a la que inmediatamente les mandaron orden de prisión y teníamos que esconderlos diariamente. Parece mentira y me río ahora, ya me seguiré acordando de todo. En cuanto al español lo botamos terminado el rodaje. Fue la peor pesadilla de Juan Ricardo. La verdad se le subieron los humos. Hay gente que no sabe recibir regalos. Él hizo todo lo posible para ganarse nuestro desprecio, pero en el fondo, creo que él no quería quedarse con nosotros por miedo. Creía que no lo habíamos logrado, que la película no se iba a editar, pero lo hicimos y la película funciona. Juan Ricardo tenía veintidós años cuando la dirigió. La Asociación de Cineastas trató de impedir su estreno, pero la estrenamos. Ahora es un clásico en el país. Me llaman constantemente a pedírmela. Trataron de hundirnos. En fin… La vida es complicada. Y tú siempre con una sonrisa. No te recuerdo jamás con rabia. Eras fuerte y sabías lo que querías, pero te encantaba la lucha y mucho antes de todas las filosofías positivas tú veías siempre el vaso lleno. Y mientras tú estuvieras contento, yo me calmaba. El día de tu muerte conversábamos sobre la siguiente película que haríamos. ¿Cuándo? Yo lo veía imposible. Pero se hizo, lo hice sola, doce años más tarde dirigí sin ti una película.


Es extraño, no siento que cumpliste el ciclo. Los años y todos los nuevos inventos que he conocido me llevan siempre a pensar en cómo los disfrutarías, igual me ocurre con mi padre. Se fue antes de hora. Ya no lo sé. Eras el soñador y yo era la tierra-tierra. Tú creías en lo imposible, yo no. Tal vez por eso me tocó a mí quedarme viva. Y ahora vivo y te recuerdo y me gusta escribirte aunque esto nunca pase del fondo de una cascada virtual. Hace un tiempo vi la foto de la cascada, la reconocí de inmediato. Era una fotografía de Jorge Anhalzer. No se lo dije a nadie, estábamos en el restaurante de su esposa y mientras esperábamos por una mesa, me encontré con su libro de fotografías. Lo abrí al azar y ahí, precisamente en esa página, estaba la cascada. Me quedé mirándola.


Nunca más he vuelto a ese lugar. A veces fantaseo que regreso. Me acuerdo de mis amigos: El Mono y el Dicky que llegaron en moto esa mañana a tratar de ayudar. No me alcanzará la vida para agradecerles esa muestra de solidaridad. A veces la gente piensa que es malo hablar del dolor, que una sólo debe hablar de cosas alegres, positivas, pero la gente feliz no tiene historia y lo que escribo, lo escribo tranquila. A mí no me molesta contar la tristeza si es una tristeza catártica. Porque los que se van se mantienen vivos gracias a nuestros recuerdos. Les traemos de vuelta y eso me gusta.


Yo lo veía imposible. Pero se hizo, lo hice sola, doce años más tarde dirigí sin ti una película.


Seguro vendrán cartas alegres, en algún momento contaré momentos únicos en mi vida donde experimenté la felicidad más absoluta, pero la verdad a veces me cae pesada la gente que sólo anda con sonrisa por la vida y que todo, pero todo le sale bien. No les creo mucho. Me huele que algo esconden, no sé. Creo que la próxima carta va para ti, Papá. Tu muerte también fue épica. Y para los que se preguntan quién soy, creo que soy una persona que se ríe mucho de sí misma y de lo que me ocurre. Creo que sonrío bastante y creo que a pesar de todo estoy bien....

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