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Carta 29

Dejar a mi hija Nadia en París fue duro, dejar a Morgana en su dorm doblemente duro con cara de triple. Ya estáinstalada, ya empieza su nueva vida. Estamos en el departamento o mini studio,Tiag, Yván, el papá de Morgana y yo, tratando de tomarlo como algo normal, pero siento que me arrancan parte de mi ser. Tengo mucho orgullo de lo que ha llegado a obtener, media beca en Berklee, pero hubiera querido que se quede pequeñita viviendo a mi lado. Porque así lo ha decidido la vida, este año seremos Tiag y yo, solos, pero juntos; equipo. Recuerdo cuando estaba encinta y temía perder mi soledad. Ahora temo perder mi compañía y volver a encontrarme conmigo misma. Alguna vez alguien me dijo que terminaría mis días sola y que no lo viera como malo. El estar solo es estar con uno mismo y creo que de eso se trata la vida, porque no hay peor soledad que la de estar solo estando acompañado, como dice uno de mis personajes de una pieza teatral que escribí. Así que poco a poco, como se aprende a caminar, debo aprender a estar conmigo misma, a pesar de que ya lo he estado, lo sé. He hecho mucho sola y eso me enorgullece. Hace años subía por la empinada cuesta que trepa Guápulo y el auto derrapó ligeramente por la lluvia. Morgana, de cuatro años iba detrás. Decidida me dijo: “Mamita, ¿me bajo a empujar?” Esa era ella, solidaria hasta el último, defensora mía siempre. Creo que hasta los 16 años fui su heroína, la mujer perfecta. Después conociómis defectos, mis debilidades y ahora me quiere como soy, pero ya me superó. Todos los hijos tienen que pasar por el proceso de matar a la madre en el caso de las hijas, al padre en el caso de los hijos, si no, no crecen, es normal. Es la vida.


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